
Las lesbianas son raras. No es ningún secreto. Suelen tener mal genio, un sentido del humor discutible y son fans de Rosana Arbelo y de Pink. Si eso no es ser rara... imaginaos ir a una excursión de lesbianas de esas que organizan los colectivos LGTB (jo, parece un canal de televisión estadounidense). Irían todas en vaqueros, pantalones a cuadros, se pasarían el viaje en el autocar/autobús/guagua cantando eso de "El talismán de tu piel me ha dicho, que soy la reina de tus caprichos..." de comer todas llevarían tortillas (chiste fácil, I know) y además, todas querrían llevar al gato. ¿Por qué todas las lesbianas tienen gato? Deberíamos escribir al programa ese de leyendas urbanas del Discovery Channel a ver si dan con la respuesta. El caso es que las lesbianas se quejan de su invisibilidad (toma expresión de queer-theory) y nada más lejos de la realidad. Están por todas partes. Son como el Mercadona: siempre hay una cerca de ti. Y hubo lesbianas antes de que existiera Rose Troche, sí, había lesbianas en la época victoriana. ¿Que cómo lo sé? Pues gracias a Sarah Waters, una escritoria que le ha dado por escribir sobre bollos de época, y a la BBC que le ha dado por adaptar sus novelas. Que yo sepa hay dos adaptaciones.
La primera: Tipping the Velvet, que es algo así como "lamiendo el terciopelo" (con perdón) y que cuenta la historia de una chalada llamada Nan que abandona la ostrería donde trabaja con sus padres para conocer Londres... y vaya si lo conoce. Allí conocerá a una actriz que le cambiará la vida. A uno se le revuelve el estómago cuando dicen eso de "tus dedos huelen a sirena..." aaaaayyyy. ¡Qué desagradables pueden ser! Y es que la gente de la farándula es muy degenerada. Ahí teneis a Angelina Jolie...
La otra adaptación es Fingersmith que trata de una pobre desgraciada (las lesbianas siempre son desgraciadas) muchacha criada en un manicomio (de ahí que sea lesbiana) que mantendrá una relación con su nueva doncella (bonito eufemismo el de doncella) Claro que, como no podía ser de otra manera, tiene que haber drama lésbico: Amor, desamor, sexo, robos, asesinato y traiciones. Y es que las lesbianas son muy traicioneras (de ahí que les gusten los gatos). Todo esto es para decir que si ves a una lesbiana huye. Y si ves a un gato, huye también. La lesbiana está cerca. Claro, que entre una lesbiana amante de las lecturas de Virginia Woolf y una marica descerebrada del ambiente, creo que prefiero correr el peligro y quedarme. Aunque, ¿pueden las lesbianas ser más traicioneras que una marica mala? Difícil y dura cuestión. Meditaré sobre ello. Mientras tanto, os recomiendo las adaptaciones televisivas de la Srta. Waters.